
En primera persona. De un teléfono smart a uno “tonto”: cómo vencer la adicción al celular y ganar en calidad de vida
NUEVA YORK.- En esta época del año, todo el mundo te pregunta qué es lo que menos te gusta de tu vida, pero lo formulan así: “¿Cuál es tu propósito de Año Nuevo?”.Mi mayor arrepe...
NUEVA YORK.- En esta época del año, todo el mundo te pregunta qué es lo que menos te gusta de tu vida, pero lo formulan así: “¿Cuál es tu propósito de Año Nuevo?”.
Mi mayor arrepentimiento de 2023 fue mi relación con mi celular, o mi “apéndice tecnológico”, como lo he bautizado en la configuración de mi iPhone. De manera regular, mis reportes de Tiempo en pantalla de Apple registraban más de cinco horas diarias.
Eso solo es una hora más que el estadounidense promedio, pero todavía me sorprende pensar que pasé el equivalente de enero, febrero y la mitad de marzo mirando esa pequeña pantalla (abril también, si solo contamos las horas de vigilia).
Por supuesto, una parte (¿gran parte?) de ese tiempo lo dediqué a actividades que enriquecen mi vida o son inevitables: trabajo, hilos de mensajes de texto familiares, leer las noticias y mantenerme al día con amigos lejanos. Pero, según mi reporte, tomé el dispositivo más de cien veces al día. Y, cada vez más, ese aferramiento iba acompañado del tipo de remordimiento que asocio con un comportamiento poco saludable, esa sensación que tengo después de beber demasiadas copas de vino, o terminarme toda la bolsa de gomitas ácidas.
Así que, en diciembre, hice un cambio radical. Me deshice de mi iPhone 15 de 1300 dólares y lo cambié por un Orbic Journey de 108 dólares, un teléfono plegable. Hace llamadas y envía mensajes de texto y eso es todo. Ni siquiera tenía el juego de la serpiente.
Puede parecer extraño volverse retro en la era del ChatGPT, los estilistas personales con inteligencia artificial y los implantes cerebrales Neuralink. Pero, con la tecnología avanzada a punto de incrustarse más profundamente en mi vida (aunque no en mi cerebro, por favor, nunca en mi cerebro real), me pareció el momento perfecto para corregir el rumbo con la tecnología existente que ya parecía estar fuera de mi control.
Mientras más aburrido, mejorEl cambio no fue fácil ni rápido. La decisión de “mejorar” al Journey fue tan absurda que mi operador no me permitió hacerlo por teléfono. Tuve que ir a una tienda.
Mi hija de 7 años miraba incrédula la reliquia tecnológica expuesta junto a una colección de aparatos más elegantes con pantallas táctiles. “¿Ese es el teléfono que querés? ¿Es una broma?”, preguntó mientras frotaba con los dedos las teclas de plástico del Orbic Journey.
No fue mi primera opción. El Journey ha sido criticado por los expertos en “teléfonos tontos”. No solo la duración de la batería es ridículamente corta, sino que pierde la señal cuando está en movimiento y tenés que reiniciarlo para que se vuelva a conectar. Pero era el único teléfono minimalista que admitía mi operador de bajo presupuesto.
Hay opciones superiores con un servicio fiable y algunas incluso tienen funciones de mapas, reproductores de música y voz a texto. El mercado minimalista se ha ampliado en los últimos años, según José Briones, que ha creado un “buscador de teléfonos tontos” para ayudar a la gente a elegir entre 98 modelos que ha probado (el Journey no entró en la lista).
“La gente está fatigada digitalmente después de la pandemia, después de tener que estar en línea todo el tiempo”, señaló Briones, de 28 años, que todavía está en línea lo suficiente como para administrar el subreddit Dumbphone y publicar de manera regular reseñas de los dispositivos en YouTube.
Briones todavía usa un teléfono inteligente durante las horas de trabajo, pero por la noche, los fines de semana y durante las vacaciones, se cambia a un Light Phone II de 299 dólares.
Ese dispositivo fue “diseñado para ser utilizado lo menos posible” por dos fundadores desanimados por los desarrolladores de tecnología que miden el éxito por la cantidad de horas que los usuarios pasan pegados a sus aplicaciones. El teléfono del tamaño de una tarjeta de crédito puede enviar mensajes de texto, hacer llamadas, llevar un calendario, reproducir música y podcast, pero no hace mucho más que eso.
Tanto el Light Phone como el teléfono inteligente de Briones, el Hisense A9 de 480 dólares, tienen pantallas de tinta electrónica, como las de un Kindle.
“He descubierto personalmente que, cuanto más aburrida es la pantalla”, aseguró Briones, “más fácil es no volverse adicto a ella”.
(Las investigaciones lo confirman. Un estudio mostró que el simple hecho de cambiar un teléfono inteligente al modo de escala de grises ayudó a las personas a reducir su tiempo frente a la pantalla en un 18 por ciento).
LlamadosEl nivel de aburrimiento del Journey era tranquilizador. Su pantalla principal es diminuta y aburrida; en el exterior tiene una más pequeña que muestra la hora. Cuando lo llevé a casa, me costó cambiar mi servicio de la eSIM del iPhone a la física del teléfono plegable. Pero en poco tiempo, ya estaba escribiendo lentamente textos y emoticonos con solo nueve teclas. :-/
Los mensajes de más de dos frases requerían pulsar una cantidad insoportable de botones, así que empecé a llamar a la gente. Esto fue un problema porque la mayoría de las personas no quieren que su teléfono funcione como un teléfono.
En mi primera tarde, tuve que pedirle a una amiga madre un favor logístico complicado, así que la llamé y le expliqué la situación a su correo de voz. No recibí respuesta y me di cuenta de por qué cuando abrí mi MacBook personal esa noche. Ella me había enviado un mensaje de texto, pero Apple lo había enviado a mis iMessages en vez de a mi teléfono. (Para recuperar mis comunicaciones de Apple fue necesario cerrar sesión en FaceTime en cada uno de sus dispositivos).
Al menos había escuchado mi correo de voz. Otros que dejé nunca fueron ni reconocidos. Era un método de comunicación casi tan fiable como poner un mensaje en una botella y arrojarla al mar.
Cuando los amigos y la familia contestaban la llamada, las conversaciones eran mucho más profundas de lo que habría sido un intercambio de mensajes de texto. Una mañana, mientras paseaba al perro, tuve una charla íntima con una amiga de la universidad. Después, me envió un largo mensaje agradeciéndome un consejo que le había dado.
Le respondí con un simple